sábado, 25 de abril de 2015

Grupo Talía. Requiem de Verdi. Y cuando un silencio vale más que mil aplausos.

Estimado lector:

En todas las temporadas musicales siempre hay obras que se repiten varias veces. Esas obras que dentro de la música clásica figuran como los Clásicos. O lo que también podríamos afirmar, las más comerciales (evidentemente hay que llenar las salas). Entre ellas figuran la Novena Sinfonía de Beethoven, Carmina Burana de Orff, el Requiem de Mozart, el Lago de los Cisnes de Tschaikowsky, el Requiem de Verdi, etc.

He tenido la suerte de asistir a dos representaciones del Requiem de Verdi. Diré, en cuanto a los músicos, que uno de ellos fue profesional  (y cuando digo profesional lleva implícito Orquesta de RTVE y Coro Nacional. Un concierto de alto nivel representativo y de alta calidad. Brillante y genial, sin duda) y otro no-profesional, a cargo de la Orquesta Metropolitana de Madrid y el Coro Talía, bajo la batuta de Silvia Sanz

Liberame Domine de morte aeternamDe este último quiero hablaros, sin despreciar en absoluto al primero cuyas críticas fueron excelentes,  pero el del Grupo Talía, por tratarse de un grupo no profesional pero repleto de grandes músicos merece su gran mérito y reconocimiento. Una muestra de como el talento y el sacrificio altruista pueden hacer la mejor Música al nivel de las grandes orquestas y coros.

Hacer de una orquesta y un coro no profesional lo que se hizo el día 14 de Marzo en el Auditorio Nacional de Madrid a las 22:00, no está al alcance de nadie. O eso creía. Modular esas escalas quasi (de ahí la dificultad) cromáticas, como rayos que caían en el Dies Irae o en el Rex Tremandae atravesando el Auditorio. Un baño de melancolía con una Lacrymosa bien ligada formando una unidad con los solistas. El susurro terrorífico de Quantus tremor est futurus. La interpretación del Liberame fue clara y limpia. Esa limpieza es difícil de conseguir y es un logro para cualquier coro.

Con qué intensidad se ejecutó toda la obra, qué concentración, ni una mirada se desviaba de la directora Silvia Sanz que sacó lo mejor de cada uno, mantuvo su atención y transmitió esa fuerza y tensión de cada momento, pasión, en cada nota, en cada silencio. Entradas y cadencias en un solo golpe de voz, con más de cien voces.  Cien voces que fueron guiadas y arropadas por una Orquesta Metropolitana de Madrid que se mantuvo a la altura, superándose en pasajes complicados, en donde se nota la diferencia y la calidad de una orquesta. Una ejecución a la altura de las mejores orquestas y coros profesionales. Fue un Requiem activo. Un Requiem muy vivo. Para representar una obra fúnebre hay que estar muy vivo. Y el 14 de Marzo viví un Requiem.

Hay que felicitar a los solistas Amparo Navarro soprano, Belén Elvira mezzo, Javier Argulló tenor y Francisco Santiago bajo por su brillante interpretación. Todos ellos con una sólida carrera profesional y un merecido prestigio. Una obra que recurre mucho a los solistas. La mejor ópera de Verdi dicen algunos. Mención especial por mi parte al sólido y brillante timbre de voz de Belén Elvira.

Una obra representada en cualquiera de las artes escénicas puede tener una ejecución perfecta y sublime, pero si no hay conexión con el público queda en nada, en un mero acontecimiento que sucedió y solo forma parte ya de una estadística. Todo lo contrario a esa noche. Silvia Sanz se tomó la licencia de hacer  un pequeño arreglo a la Messa da Requiem de Verdi y añadió un compás más. Un compás de veinte segundos. Un silencio de redonda. Veinte segundos que fueron los que tardó en bajar sus manos y la batuta descomprimiendo esa tensión, ese silencio, esa atmósfera de Requiem. Un aplauso de veinte segundos de silencio. Paradójico. Pero real. La música no concluye con la última nota. La música sigue dentro de uno y hay que escucharla. Exactamente las 24:00 fue la hora en que cayeron las manos de Silvia Sanz, justo cuando muere el día y se "liberó" de la muerte eterna. "Liberame, domine, de morte æterna, in die ila tremenda, liberame, liberame, ... ". 

Y lo mejor de todo es poder decir: "yo estuve allí"

P.D.  Olvidé un pequeño detalle. ¿Alguien vio dónde tenía la partitura Silvia Sanz? Yo no la vi. Si alguien la vio que me lo diga. ¿ O es que dirigió sin partitura? Gracias Silvia.

martes, 7 de abril de 2015

Luces del día. Fundación Juan March

El pasado sábado 28 de Marzo concluyó el ciclo Luces del día en la sala de conciertos de la Fundación Juan march. Un ciclo de cuatro conciertos de piano celebrado los cuatro sábados por la mañana en el mes de Marzo. Ha sido otro de los muchos programas interesantes que nos ofrece la Fundación Juan March dentro de sus actividades anuales.

La idea, con mucho acierto, era representar mediante obras musicales al piano las distintas horas del día, amanecer, mediodía, atardecer y claro de luna. Solo con el "claro de luna" es fácil que se te venga a la cabeza Debussy y Beethoven, incluso algún nocturno romántico. El ciclo, con gran empaque, cubrió gran parte de los estilos músicales y sus épocas, desde el barroco hasta nuestros días. Como fondo en el escanario se proyectaban a tiempo real imágenes del cielo tomadas a la hora representada.

Albert Guinovart fue el encargado de cerrar el último concierto. Hizo las veces de intérprete y de compositor. Un lujo delitarnos con un estreno, su Clar de Lluna. Nos dejó al inicio, en la mitad del concierto y al final, tres de sus obras. Correlativas en el tiempo se pudo ver la evolución de su obra desde un estilo romántico con una armonía clásica hasta una obra más íntima e impresionista con evocaciones a Debussy. Gracias por el estreno.

Con qué limpieza y pulcritud Andrea Baccetti nos permitió escuchar esas Variaciones Goldberg para luchar contra el insominio. Y por qué no permitir el pedal en las mismas en contra de los más puristas. Ni Glen Gould  pero  lejos Daniel Baremboim.

Tamar Beraia pasó por el nocturno nº1 de Chopin como un ladrón de guante blanco en mitad de la noche. Sin sobresaltos, limpiamente, sin hacer ruido. Manteniendo un balance entre ritmo y sonoridad, sin rubatos ni grandes fortes. Genial ese Bártok.

Se notó en Diego Cayuelas que disfruta con Ravel, supliendo quizá la confianza de catedrático que originó cierta impresión de estar pegado a la partitura, como casi una primera lectura en las pequeñas obras de Tchaikovsky. Tirón de orejas. Soberbia Alborada.

Gracias a la Fundación Juan March por estas oportunidades que nos ofrece de poder disfrutar de los grandes genios compositores de la mano de intérpretes de tanta calidad y técnica reconocida.

Si queréis escuchar los conciertos, aquí su link. Por tiempo limitado.